miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA TITANOMAQUIA:


La Titanomaquia es el nombre con el que se conoce a una larga guerra de diez años de duración que enfrentó a los titanes, que luchaban desde el Monte Otris, y los dioses (también llamados los olímpicos), que luchaban desde el Monte Olimpo.
A pesar de su larga duración, es poco lo que se conserva sobre la Titanomaquia. Se sabe que, aunque todos los olímpicos que existían entonces participaron, no todos los titanes se prestaron a la lucha. De hecho, finalmente participaron en la Titanomaquia Ceo, Críos, Hiperión, Jápeto, Atlas y Menecio, encabezados por Cronos, del lado de los titanes. Del lado de los olímpicos, Zeus, Poseidón, Hades, Hestia, Hera y Deméter. A éstos hay que sumarles la titánide Hécate, hija de Asteria y Persas, junto con sus compañeras las Lámpades, ninfas del Inframundo que portaban lámparas que “conducían a los mortales a la locura”; y por supuesto a los Hecatónquiros y a los Cíclopes, que habían sido encarcelados en el Tártaro por Cronos y que al ser liberados por Zeus se pusieron de parte de éste. Los Cíclopes, como contamos en el anterior post, forjaron para Zeus, Poseidón y Hades los Rayos Divinos, el Tridente y el Casco de la Oscuridad (que hacía invisible a quien lo llevase) respectivamente, objetos que fueron muy valiosos y útiles en la Titanomaquia. Por su parte, los Hecatónquiros ayudaron lanzando rocas de cien en cien contra el bando titán. En medio del conflicto, Gea engendró con Érebos al temible Tifón, contra el que los dioses tuvieron que luchar durante mucho tiempo. De esta época datan también otros monstruos engendrados por Gea y contra los que se cree que tuvieron que luchar los olímpicos, como Caribdis, las Harpías, la serpiente Pitón o la Fama.
Finalmente, y tras una década en guerra, la Titanomaquia concluyó con los olímpicos como claros vencedores. Éstos, como en todas las guerras, se repartieron el botín, despojando a los titanes de sus antiguos dominios. Así, Zeus se convirtió en dios del Cielo, dominio de Urano; Poseidón se quedó con el Mar de Pontos, y Hades reinó sobre el Inframundo que había pertenecido a Rebose. Las diosas se repartieron también su parte: Hera y Hestia le arrebataron a Rea el dominio de la fertilidad y el hogar respectivamente, y Deméter, el gobierno de la tierra a Gea. Tras la repartición del botín, los olímpicos procedieron a encerrar a los titanes en el Tártaro, las más hondas profundidades del Inframundo. Sólo se salvaron el titán Océano y las titánide Tía, Rea, Temis, Mnemosine, Febe y Tetis, que habían permanecido neutrales en el conflicto. Algunos otros titanes que no fueron encerrados en el Tártaro fueron Atlas, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Atlas, hijo del titán Jápeto y la oceánide Clímene, jugó un papel muy activo en la Titanomaquia a favor de los titanes, por lo que Zeus lo condenó a separar el Cielo (Urano) de la Tierra (Gea) por toda la eternidad, cargando con el primero sobre sus espaldas. Su hermano Menecio murió al ser alcanzado por uno de los rayos de Zeus en los últimos compases de la Titanomaquia. Sus otros dos hermanos Epimeteo y Prometeo cambiaron de bando al final de la guerra y fueron perdonados por Zeus. Por su parte, Hécate fue ricamente recompensada por el Señor del Olimpo con enormes poderes por haber sido la única titánide que tomó partido por el bando olímpico, convirtiéndose en Señora de la Brujería y diosa de la Oscuridad, aunque nunca llegó a formar parte del panteón olímpico y nunca se le rindió culto como tal. 

Así, Cronos acabó encerrado en el Tártaro rodeado de los otros titanes, donde aguardan pacientemente a que llegue el día en que las Puertas vuelvan a abrirse para poder vengarse y recuperar lo que es suyo.






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