LA TITANOMAQUIA:
La Titanomaquia es el nombre con el que se conoce a una
larga guerra de diez años de duración que enfrentó a los titanes, que luchaban
desde el Monte Otris, y los dioses (también llamados los olímpicos), que
luchaban desde el Monte Olimpo.
A pesar de su larga duración, es poco lo que se conserva
sobre la Titanomaquia. Se sabe que, aunque todos los olímpicos que existían
entonces participaron, no todos los titanes se prestaron a la lucha. De hecho,
finalmente participaron en la Titanomaquia Ceo, Críos, Hiperión, Jápeto, Atlas
y Menecio, encabezados por Cronos, del lado de los titanes. Del lado de los
olímpicos, Zeus, Poseidón, Hades, Hestia, Hera y Deméter. A éstos hay que
sumarles la titánide Hécate, hija de Asteria y Persas, junto con sus compañeras
las Lámpades, ninfas del Inframundo que portaban lámparas que “conducían a los
mortales a la locura”; y por supuesto a los Hecatónquiros y a los Cíclopes, que
habían sido encarcelados en el Tártaro por Cronos y que al ser liberados por
Zeus se pusieron de parte de éste. Los Cíclopes, como contamos en el anterior
post, forjaron para Zeus, Poseidón y Hades los Rayos Divinos, el Tridente y el
Casco de la Oscuridad (que hacía invisible a quien lo llevase) respectivamente,
objetos que fueron muy valiosos y útiles en la Titanomaquia. Por su parte, los
Hecatónquiros ayudaron lanzando rocas de cien en cien contra el bando titán. En
medio del conflicto, Gea engendró con Érebos al temible Tifón, contra el que
los dioses tuvieron que luchar durante mucho tiempo. De esta época datan
también otros monstruos engendrados por Gea y contra los que se cree que
tuvieron que luchar los olímpicos, como Caribdis, las Harpías, la serpiente
Pitón o la Fama.
Finalmente, y tras una década en guerra, la Titanomaquia
concluyó con los olímpicos como claros vencedores. Éstos, como en todas las
guerras, se repartieron el botín, despojando a los titanes de sus antiguos
dominios. Así, Zeus se convirtió en dios del Cielo, dominio de Urano; Poseidón
se quedó con el Mar de Pontos, y Hades reinó sobre el Inframundo que había
pertenecido a Rebose. Las diosas se repartieron también su parte: Hera y Hestia
le arrebataron a Rea el dominio de la fertilidad y el hogar respectivamente, y
Deméter, el gobierno de la tierra a Gea. Tras la repartición del botín, los
olímpicos procedieron a encerrar a los titanes en el Tártaro, las más hondas
profundidades del Inframundo. Sólo se salvaron el titán Océano y las titánide
Tía, Rea, Temis, Mnemosine, Febe y Tetis, que habían permanecido neutrales en
el conflicto. Algunos otros titanes que no fueron encerrados en el Tártaro
fueron Atlas, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Atlas, hijo del titán Jápeto y la
oceánide Clímene, jugó un papel muy activo en la Titanomaquia a favor de los
titanes, por lo que Zeus lo condenó a separar el Cielo (Urano) de la Tierra
(Gea) por toda la eternidad, cargando con el primero sobre sus espaldas. Su
hermano Menecio murió al ser alcanzado por uno de los rayos de Zeus en los
últimos compases de la Titanomaquia. Sus otros dos hermanos Epimeteo y Prometeo
cambiaron de bando al final de la guerra y fueron perdonados por Zeus. Por su
parte, Hécate fue ricamente recompensada por el Señor del Olimpo con
enormes poderes por haber sido la única titánide que tomó partido por el bando
olímpico, convirtiéndose en Señora de la Brujería y diosa de la Oscuridad,
aunque nunca llegó a formar parte del panteón olímpico y nunca se le rindió
culto como tal.
Así, Cronos acabó encerrado en el Tártaro rodeado de los
otros titanes, donde aguardan pacientemente a que llegue el día en que las
Puertas vuelvan a abrirse para poder vengarse y recuperar lo que es suyo.
La Titanomaquia es el nombre con el que se conoce a una
larga guerra de diez años de duración que enfrentó a los titanes, que luchaban
desde el Monte Otris, y los dioses (también llamados los olímpicos), que
luchaban desde el Monte Olimpo.
A pesar de su larga duración, es poco lo que se conserva
sobre la Titanomaquia. Se sabe que, aunque todos los olímpicos que existían
entonces participaron, no todos los titanes se prestaron a la lucha. De hecho,
finalmente participaron en la Titanomaquia Ceo, Críos, Hiperión, Jápeto, Atlas
y Menecio, encabezados por Cronos, del lado de los titanes. Del lado de los
olímpicos, Zeus, Poseidón, Hades, Hestia, Hera y Deméter. A éstos hay que
sumarles la titánide Hécate, hija de Asteria y Persas, junto con sus compañeras
las Lámpades, ninfas del Inframundo que portaban lámparas que “conducían a los
mortales a la locura”; y por supuesto a los Hecatónquiros y a los Cíclopes, que
habían sido encarcelados en el Tártaro por Cronos y que al ser liberados por
Zeus se pusieron de parte de éste. Los Cíclopes, como contamos en el anterior
post, forjaron para Zeus, Poseidón y Hades los Rayos Divinos, el Tridente y el
Casco de la Oscuridad (que hacía invisible a quien lo llevase) respectivamente,
objetos que fueron muy valiosos y útiles en la Titanomaquia. Por su parte, los
Hecatónquiros ayudaron lanzando rocas de cien en cien contra el bando titán. En
medio del conflicto, Gea engendró con Érebos al temible Tifón, contra el que
los dioses tuvieron que luchar durante mucho tiempo. De esta época datan
también otros monstruos engendrados por Gea y contra los que se cree que
tuvieron que luchar los olímpicos, como Caribdis, las Harpías, la serpiente
Pitón o la Fama.
Finalmente, y tras una década en guerra, la Titanomaquia
concluyó con los olímpicos como claros vencedores. Éstos, como en todas las
guerras, se repartieron el botín, despojando a los titanes de sus antiguos
dominios. Así, Zeus se convirtió en dios del Cielo, dominio de Urano; Poseidón
se quedó con el Mar de Pontos, y Hades reinó sobre el Inframundo que había
pertenecido a Rebose. Las diosas se repartieron también su parte: Hera y Hestia
le arrebataron a Rea el dominio de la fertilidad y el hogar respectivamente, y
Deméter, el gobierno de la tierra a Gea. Tras la repartición del botín, los
olímpicos procedieron a encerrar a los titanes en el Tártaro, las más hondas
profundidades del Inframundo. Sólo se salvaron el titán Océano y las titánide
Tía, Rea, Temis, Mnemosine, Febe y Tetis, que habían permanecido neutrales en
el conflicto. Algunos otros titanes que no fueron encerrados en el Tártaro
fueron Atlas, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Atlas, hijo del titán Jápeto y la
oceánide Clímene, jugó un papel muy activo en la Titanomaquia a favor de los
titanes, por lo que Zeus lo condenó a separar el Cielo (Urano) de la Tierra
(Gea) por toda la eternidad, cargando con el primero sobre sus espaldas. Su
hermano Menecio murió al ser alcanzado por uno de los rayos de Zeus en los
últimos compases de la Titanomaquia. Sus otros dos hermanos Epimeteo y Prometeo
cambiaron de bando al final de la guerra y fueron perdonados por Zeus. Por su
parte, Hécate fue ricamente recompensada por el Señor del Olimpo con
enormes poderes por haber sido la única titánide que tomó partido por el bando
olímpico, convirtiéndose en Señora de la Brujería y diosa de la Oscuridad,
aunque nunca llegó a formar parte del panteón olímpico y nunca se le rindió
culto como tal.
Así, Cronos acabó encerrado en el Tártaro rodeado de los
otros titanes, donde aguardan pacientemente a que llegue el día en que las
Puertas vuelvan a abrirse para poder vengarse y recuperar lo que es suyo.
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