miércoles, 29 de marzo de 2017

Los juegos olímpicos 





En la Antigüedad, los Juegos Olímpicos fueron una serie de competiciones atléticas disputadas por representantes de diversas ciudades-estado griegas.
Los Juegos se disputaban normalmente cada cuatro años o una olimpiada. Durante la celebración de la competición se promulgaba la ékécheiria o tregua olímpica, para permitir a los atletas viajar en condiciones de seguridad desde sus polis hasta Olimpia. Los antiguos Juegos Olímpicos fueron bastante diferentes de los modernos; había menos eventos y solo los hombres libres que hablaban griego podían competir, además de que se celebraban siempre en el mismo lugar.
Los últimos Juegos Olímpicos de la Antigüedad se celebraron en el 393, casi doce siglos después de sus comienzos. Tras la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio romano con el Edicto de Tesalónica (28 de febrero de 380), el emperador Teodosio prohibió toda celebración pagana, incluyendo los juegos olímpicos.

En las ciudades, los organizaban y dirigían sus magistrados que representaban en ellos al estado. La vida pública quedaba paralizada durante las fiestas ya que se suspendía toda actividad oficial. Durante ellas solamente se resolvían los asuntos de extrema urgencia. Ejercían una gran influencia en las relaciones de los estados, se acudía a ellos desde los sitios más remotos y se establecían treguas de carácter sagrado. Los juegos públicos eran una ocasión de acercamiento entre los Estados Griegos
Los ganadores de las diversas pruebas eran aclamados por el público, que les arrojaba flores y hojas frescas y recibían un premio que consistía en una corona de olivo salvaje. También existía la costumbre de ceñir una cinta de lana en la cabeza del vencedor. Además, en épocas posteriores se otorgaba también al vencedor una hoja de palma.
La ceremonia de entrega de premios se realizaba en la entrada del templo de Zeus. Los heraldos proclamaban el nombre, el lugar de nacimiento, el linaje y la prueba de cada uno de los vencedores. Estos se presentaban con la cinta ceñida a la cabeza y la rama de palma en la mano derecha y el helanódica más antiguo los coronaba con la rama de olivo.
También se permitía que los vencedores pudieran dedicar una estatua con su imagen como conmemoración de su victoria. Por otra parte, los nombres de los vencedores también figuraban en un registro oficial. Al regresar a sus polis los ganadores eran recibidos como héroes; poetas y oradores narraban sus hazañas y en algunas ciudades recibían recompensas monetarias.






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